Pedagogía libertaria

La pedagogía libertaria es el conjunto de ideas que el movimiento anarquista ha elaborado en su reflexión sobre todo aquello que concierne a la enseñanza y el aprendizaje. Por un lado, habría que señalar aquellas ideas teóricas sobre la relación entre “ser humano” y “aprendizaje”; por otro lado, habría que señalar los discursos que ponen en circulación como crítica y alternativa al sistema educativo oficial.

Algunos principios de la pedagogía libertaria

El movimiento anarquista se caracteriza por una enorme diversidad, por lo que no existe un conjunto coherente de ideas relacionadas con la pedagogía (pese a que sí existen unos claros valores comunes), y, lo que es más significativo, no existe, tampoco un interés por conseguir esa homogeneidad en las propuestas. Sí que es cierto que hay teorías e ideas que están más asentadas y a esos principios teóricos de la pedagogía libertaria pretendemos acercarnos:

Una pedagogía no directiva

La escuela tradicional asigna unos roles rígidos al alumnado y a las docentes. El alumnado aprende y las docentes enseñan. Es una actividad unidireccional que implica un rol pasivo para el estudiantado y un rol activo para el profesorado. Lo cierto es que el aprendizaje no es nada más que un cambio de nuestras estructuras mentales, pero las instituciones educativas han tratado de adueñarse del concepto de aprendizaje hasta conseguir que mucha gente considere que enseñar y aprender es una actividad casi monopolizada por dichas instituciones.
La pedagogía libertaria no comparte en absoluto dicha forma de ver las cosas y ha reivindicado la descentralización de la figura docente. Esto significa que el docente no representa una autoridad sino un apoyo, un acompañamiento en el proceso de crecimiento o maduración. Por eso, todas las personas en la pedagogía libertaria, en la interacción dentro de un aula, en sus alrededores o alejado de ella, enseñan y aprenden.
Todo esto conlleva diferentes sensibilidades en el mundo libertario. La postura tradicional, y puede que todavía la mayoritaria, suponía la reivindicación de una docencia amable que estimulase un aprendizaje activo partiendo de los intereses del alumnado con un currículum muy abierto y flexible o directamente sin currículum alguno. En la actualidad, aquellas corrientes más influidas por una visión rousseauniana de la infancia consideran que la figura de la persona adulta no debe interferir de ninguna manera en el crecimiento y desarrollo de la infancia y, consideran, que si fuera imposible la desaparición de las figuras adultas cuanto menor sea su papel mejor para las niñas y niños.
Al margen de tendencias de un tipo u otro, el movimiento libertario siempre ha considerado que la educación debe desarrollarse en y para la libertad. Un modelo educativo que no tienda a formar personas libres, no tiene ningún valor; la eficacia de una acción educativa debe medirse por la autono­mía que consigue en el educando. Sabemos que, en el pensamiento anarquista, la libertad no es solamente una meta, sino también el instrumento para alcanzarla. De todo lo anterior se deriva que la libertad es la punto de llegada, pero también el ca­mino a seguir, tal y como indica un militante libertario de principios del siglo XX:
«Forjemos, pues, una educación libertaria y una moral nueva en los niños, que son el futuro prometedor; y no­sotros mismos tenemos que realizar una auto-educación, para limpiar y arrojar lo malo y podrido que poseemos, y quedarnos con una educación completamente libertaria» (1).

Un modelo integral

La educación burguesa ha dado prioridad a lo teórico sobre lo práctico, a lo intelectual sobre lo manual y apenas ha valorado la educación física y la emocional, palabra esta última de la que apenas se escucha hablar entre los muros de las escuelas. La idea del desarrollo integral de las personas está presente en el pensamiento educativo anarquista desde la 1ª Internacional pero es Paul Robin quien lo desarrolla, sobre todo a partir de la práctica en el orfanato de Cempuis, proyecto impulsado por este pensador:
«Con el nombre de educación integral designamos a la que tiende al desarrollo progresivo y bien equilibrado de todo el ser, sin lagunas, ni mutilación, sin descuidar nin­gún aspecto de la naturaleza humana, ni sacrificarlos sis­temáticamente a otro. En el conjunto de la educación, y en cada una de sus partes consideradas por separado, perseguimos la aplicación del mismo principio de integri­dad […] persuadidos de que dependen de ello la felicidad del mismo individuo y su aptitud para concurrir a la felici­dad para todos» (2).
Esta visión pretendía cuestionar la división social del trabajo. La forma de producción de la sociedad burguesa está organizada en cajones estancos que impiden el desarrollo de diferentes áreas de la personalidad. La escuela hace lo mismo: evita la interdisciplinariedad, entendida no como la relación entre la Lengua Castellana y la Biología, sino en el sentido amplio que arriba mencionábamos: teórico-práctico; emocional-racional; etc. Ya lo decía Bakunin, cuadno reivindicaba este modelo de enseñanza inte­gral: «en interés del trabajo y de la ciencia, no deberán existir ni obreros ni intelectuales, sino solo hombres»

Una pedagogía abierta y flexible

La pedagogía libertaria es paidocéntrica. Esa palabra significa que el alumno o alumna es el centro de actividad educativa. Ahora el alumnado tiene que adaptarse a unos contenidos. Depende de su adaptación a estos contenidos y, en general, a la cultura escolar burguesa el alumnado es clasificado entre una gama de potenciales fracasados o triunfadores.
En muchos proyectos libertarios se trabaja por proyectos sin imposición de qué aprender, cómo aprender y cuándo hacerlo. Se decide en asamblea sobre estos aspectos, y si por la edad u otras circunstancias o cuestiones metodológicas son las personas adultas las que toman la iniciativa se busca respetar los ritmos e inquietudes de cada persona.
Las personas partidarias se asombran de algo así y lo consideran una locura. Pero al mismo tiempo, la mayoría de esas mismas personas se quejan de lo poco que estudian y aprende la juventud en los colegios e institutos.

Una pedagogía sin muros

La educación libertaria parte de una visión de las potencialidades del ser humano e inevitablemente está apoyada en un modo de entender la cultura. El alto concepto que el anarquismo ha tenido de la cultura (crítica) como herramienta de mejora personal y colectiva ha hecho que se haya pensado que ninguna institución debe tener el monopolio de la cultura prestigiosa. Por eso, el movimiento libertario ha puesto en marcha bibliotecas, clases nocturnas, conferencias, revistas, etc., como ningún otro movimiento social lo ha hecho, teniendo en cuenta el carácter humilde sus recursos materiales.
No faltan incluso quienes consideran que encerrar el aprendizaje en un determinado espacio es un error y así muchas personas de sensibilidad libertaria se sienten atraídas por las teorías de Ivan Illich o Paul Goodman.

Una pedagogía que evalúa pero no clasifica

Desde sus orígenes la pedagogía anarquista ha criticado que aprobar no es aprender y, en ese sentido, han criticado las calificaciones como herramientas que enseñan a naturalizar las recompensas extrínsecas, es decir, nos enseñan a valorar, poco a poco, que lo relevante en nuestra vida viene impuesto por una autoridad, no por nuestras inquietudes o valores.
Hay anarquistas que consideran que evaluar se puede hacer de forma espontánea y también hay quien cree que eso debe responder a métodos sistemáticos, pero desde luego hay consenso en el repudio de los boletines que jerarquizan un aula como antesala de una sociedad también jerarquizada. El movimiento anarquista reivindica el «de cada uno según sus posibilidades, a cada cual según sus necesidades», negando de esa manera una supuesta meritocracia escolar que, de igual manera es desmentida por las estadísticas (que muestra que la etnia y la clase social de origen son condicionantes muy fuertes del éxito o fracaso escolar).
No hemos hecho sino esbozar algunos aspectos de la pedagogía libertaria que esperamos os estimulen para seguir investigando sobre esta materia. De momento queremos dejaros, pese a la reducida calidad de las imágenes, un vídeo donde Josefa Martín Luengo nos acerca a la Escuela Libertaria Paideia y a mucho de los principios que hemos querido acercaros:

Ver vídeo Escuela libre Paidea en Vimeo

Para más lecturas, os recomendamos un breve acercamiento a nuestra biblioteca virtual a la que podéis acceder pinchando AQUÍ.


Notas:

(1) Emilio: «Opinan los sexos. Opina él…», Cultura y Acción, nº 76 (29 mayo de 1937), p. 2.

(2) Dommanget, Maurice: Los grandes socialistas y la educación. De Platón a Lenin, Madrid, Fragua, p.357.